Postal: Cuna De Dioses

La hamaca, cuyo nombre en haitiano, hamac, significa árbol, fue bautizada por los conquistadores con ese nombre por haber encontrado en las Antillas las primeras hamacas tejidas con filamentos de corteza de árbol. Después fue empleada para su confección la fibra de varios agaves. La hamaca consistía en una red formada de hilos gruesos y anchos claros, pendiente en el aire entre dos troncos de árboles a modo de bolsa colgante, para recostarse a descansar y para mecerse en vaivén entre sus mallas. El uso de algodón en estas hamacas originales es un material relativamente nuevo utilizado sólo en los últimos 50 a 60 años.
La mayoría de expertos del mundo maya señalan que las hamacas fueron introducidas por los conquistadores españoles en la península de Yucatán. Fray Diego de Landa no las menciona en su Relación de las Cosas de Yucatán, sin embargo algunos arqueólogos contemporáneos señalan la existencia de algunas vasijas que representan a dignatarios mayas recostados en algo similar a una hamaca.
Colón descubrió la hamaca en las Bahamas, donde el 17 de octubre de 1492, sólo cinco días después de su llegada, hizo constar sorprendido en sus anotaciones que las casa “eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos de cosas que son como redes de algodón, y las gentes dormían en redes entre los árboles”.
Fue el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo, en 1537, quien la describió en detalle por primera vez: “bien es que se diga qué camas tienen los indios en esta isla española, a la cual cama llaman hamaca; y es de aquesta manera: una manta tejida en parte, y en partes abierta, a escaques cruzados, hecha red (porque sea más fresca). Y es de algodón hilado de mano de las indias, la cual tiene de luengo diez o doce palmos, y más o menos, y del ancho que quieren que tenga…”, dice en su Historia General y Natural de las Indias. Y Fray Bartolomé de Las Casas afirmó que “dormir en ellas cosa es descansada” y que en el verano europeo “serían harto estimadas”.
En la película mexicana “La Tarea” dirigida por Jaime Humberto Hermosillo, una de las escenas inolvidables es aquella donde la pareja realiza una serie de acrobacias amorosas en una móvil y espaciosa hamaca.
En la literatura latinoamericana no faltan descripciones de su utilidad, bondades y beneficios de su uso. El mismo Dr. José Fernández Madrid expresaba:
A nadie tengo envidia:
como un sultán del Asia,
reposo blandamente
tendido aquí a mis anchas.
Es verdad que soy pobre,
mas con poco me basta:
mi mesa no es muy rica,
pero es buena mi gana.
“¡Salud, salud dos veces
al que inventó la hamaca!”
Se urde la hamaca en un bastidor que consta de dos largos palos de madera, cilíndricos y perpendiculares, como de cinco centímetros de grueso por cerca de dos metros de largo, colocados paralelamente uno enfrente del otro, a una distancia de metro y medio o dos metros, según el tamaño que se quiera dar a la hamaca. Estos palos se encajan sobre bases de madera fuerte y están unidos entre sí por dos largueros horizontales que penetran en sendas hendeduras hechas en los mástiles, asegurándose con cuñas; y acercándolos o retirándolos, se gradúa el tamaño de la hamaca.
En la península de Yucatán existen seis clases de hamacas de acuerdo al material con que están elaboradas: de “mecate” o hilo corriente, de hilo de mecate más fino, hilo fino de henequén tipo Chemax, la de cáñamo, de lienzo o lona, y la de lujo que es denominada de “hilera”.